En AATEDA atienden a más de 600 familias con niños con déficit de atención e hiperactividad. La mayoría acuden al centro para combatir el fracaso escolar de sus niños.
"Niños especiales con una forma de
aprender distinta que se convierten en campeones en el momento que cruzan la puerta". Así describe Bárbara Sánchez, presidenta y fundadora de la
Asociación Aragonesa del Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (AATEDA), a
los hijos
de las 600 familias que esta asociación atiende a diario
en su centro, con sede en el Actur.
"Fundé la asociación por mi hija
Nelly, porque como madre veía en primera persona la desesperación que supone para estos niños el no tener un apoyo reconocido", confiesa Sánchez. Ahora Nelly es administrativa y ha cursado varios másters fuera, explica su madre,
quien insiste en resaltar que con "esfuerzo, constancia y tenacidad" los niños con hiperactividad o déficit de atención "pueden conseguir lo mismo que cualquier otro".
"No hay milagros"
Como médica -aunque ya jubilada-
Bárbara advierte de la importancia de hacer un
"diagnóstico precoz entre los 5 y los 6 años", para poder
empezar a tratar el problema y apunta también a una de las claves para atajarlo: el trabajo diario. "Estamos viviendo en una era en la que todo lo
queremos automáticamente, pero aquí no hay milagros. La medicación no quita que no tengas que hacer un entrenamiento para conseguir que el niño esté focalizado, y solo a través de ese entrenamiento diario podemos sacar al niño adelante",
matiza.
En la asociación, los niños con TDA-H hacen ejercicios de topo tipo
para trabajar el razonamiento lógico y otras capacidades que les ayuden luego en la resolución de sus deberes escolares. “Al año -explica Sánchez- se les vuelve a hacer la
prueba y se ve cómo ha subido su capacidad de atención".
Las familias se muestran "contentas" con los resultados conseguidos
hasta la fecha. "Cuando vinimos aquí -hace un año- Miguel estaba en un momento educativo delicado,
pero fue diagnosticarle la hiperactividad
y hacerle
el seguimiento, y cambiar todo. Ahora se porta mejor con
su hermano y aprueba todo", indica orgulloso Guillermo García, el padre de Miguel, de 13 años.
Manuel Asensio, de 11, es otro de los niños que asisten a la asociación
desde hace tres años. "El venir aquí nos ha cambiado la vida en
casa. Viene muy contento y la verdad es que le ha ayudado
muchísimo a focalizar la atención. Merece la pena", subraya su padre, Miguel Asensio.
Con el apoyo de la asociación, diversas familias han impulsado su
particular recogida de firmas para que la enfermedad de sus hijos sea reconocida por la OMS y obtener así una mayor apoyo por parte de las instituciones. "Estos niños cuestan dinero, y el apoyo que no les
dan en el colegio lo tenemos que poner nosotros de nuestro bolsillo", lamentan.